Compañero Cataldo. Así lo llamaba por imitación y por costumbre a mi querido amigo Hector Cataldo quien ha fallecido solo hace unos días. Compañero, como le decía Jorge Bustos y como de Ramon Sijes dijo Miguel Hernandez en la elegía que le dedicó en el rayo que no cesa.

Un Ingeniero químico cuya docencia fue la disidencia y la lucha incansable por todo aquello que creyó justo.

Nos conocimos cuando Héctor buscaba un abogado que lo ayudara a presentar querellas por violaciones a los derechos humanos ocurridas en Valparaíso durante la dictadura y conversándolo decidí sumarme en lo que con el tiempo ha significado haber patrocinado más de 130 querellas que llevan su impulso.

Hoy no escribo para elogiar y homenajear todo ese trabajo sumado a muchas otras organizaciones que el compañero Cataldo formó o ayudó a configurar y que son un testimonio y una herencia contra la que nada podrá la segunda ley de la termodinámica (esa gran aguafiestas), sino recordar, celebrar y también llorar a un amigo y compañero de muchas conversaciones con el que aprendí a conocer otras miradas acerca de la vida.

Hoy ya no estás con nosotros, pero sigues «siendo» fundido en el absoluto.

Descansa en Paz querido Héctor.

Y vuelvo a Miguel Hernández:

«A las aladas almas de las rosas
Del almendro de nata te requiero
Que tenemos que hablar de muchas cosas
Compañero del alma, compañero»